.


:




:

































 

 

 

 


Sábado, 25 de octubre 8




Gracias alcanzó a decir, rehuyendo su mirada. Soltó el plato de pizza, tomó una servilleta y completó el trabajo, frotando con más fuerza de la necesaria en un intento de borrar el hormigueo de atracción.

Creo que necesitamos más servilletas y Pepsis Nick se puso en pie a duras penas, y Maggie vio que estaba turbado. Sacó dos latas más de la pequeña nevera que tenía en el despacho, y añadió servilletas al montón que ya estaba en el suelo. En aquella ocasión, cuando se sentó, mantuvo más distancia entre ellos. Prácticamente, había dejado de desplegar su encanto con ella desde que había descubierto que estaba casada; así que el roce, la caricia, también lo había tomado a él por sorpresa.

Hay tantas incoherencias dijo, tratando de centrar de nuevo su mente en los informes del forense, que no entiendo cómo pudieron creer que Jefíreys mató a los tres niños.

¿Es que los asesinos en serie no alteran su estilo cuando matan?

Pueden incorporar cosas. O experimentar. Jeffrey Dahmer experimentó con distintas maneras de mantener vivas a sus víctimas. Les hacía agujeros en el cráneo que las incapacitaba pero que las mantenía vivas.

Entonces, puede que a Jeffreys también le gustara experimentar.

Lo extraño es que los asesinatos de Harper y Paltrow son casi idénticos. Los dos estaban maniatados con una cuerda, estrangulados y degollados. Las heridas del pecho son casi exactas, incluido el número de puñaladas y la equis del pecho. Ninguno de los dos parecía haber sufrido abusos sexuales, y encontraron sus cuerpos en diferentes puntos aislados próximos al río.

Hizo referencias a varios documentos que tenía extendidos ante ella. Los ojos se le nublaban mientras repasaba las notas del forense. George Tillie no había sido tan preciso como debería. El informe Paltrow era el único que dejaba constancia de la limpieza del cuerpo y de la inexistencia de residuos. Ninguno de los informes hablaba de una mancha de óleo en la frente ni en ningún otro lugar del cuerpo.

El pequeño Wilson, en cambio...

Lo sé la interrumpió Nick, y se inclinó hacia delante. Tenía las manos atadas con cinta adhesiva, no con cuerda. No estaba degollado. Lo mataron con un cuchillo de caza. Aunque hay muchas puñaladas...

Veintidós.

Veintidós puñaladas, no hay tajos.

Además, el pequeño Wilson fue sodomizado repetidas veces.

Y encontraron su cuerpo en un contenedor del parque, y no junto al río. Dios, estas cosas me revuelven el estómago apartó la pizza, tomó la Pepsi y la apuró; después, se secó los labios con el dorso de la mano. De acuerdo, hay muchas incoherencias, pero ¿no es posible que Jeffreys hubiera cambiado de proceder? Hasta la sodomía, no podía considerarse como... no sé... ¿como una escalada?

Sí. Pero recuerda que el orden fue Harper, Wilson, Pal trow. Sería muy raro que un asesino cambiara, experimentara, escalara, para luego retomar el formato exacto. Usa un arma blanca de hoja delgada, quizá un cuchillo filetero; después, cambia a un cuchillo de caza y, luego, ¿vuelve a usar el primer cuchillo? Hasta los estilos son completamente diferentes. Los asesinatos de Harper y Paltrow son meticulosos y detallistas. Los dos fueron asesinados por una persona que se tomaba su tiempo... que disfruta infligiendo dolor. Como en el asesinato de Danny Alverez. El de Bobby Wilson, sin embargo, parece un acto irreflexivo, demasiado pasional para prestar atención a los detalles.

¿Sabes?, siempre pensé que había sido demasiado fácil dijo Nick en tono cansino. Me he estado preguntando si mi padre no estaría tan absorto en el circo mediático que pudiera habérsele pasado algo por alto.

¿Qué quieres decir? ¿acaso pensaba que su padre había manipulado el caso? Vio que la miraba como si le hubiera leído el pensamiento.

No me interpretes mal, no estoy diciendo que mi padre comprometiera la investigación deliberadamente. Es un hombre muy respetado desde hace años, y sé que no me habrían elegido para sheriff si no fuera el hijo de Antonio Morrelli. Lo único que digo es que me pareció demasiado fácil la captura de Jeffreys. Un buen día dieron una pista anónima y, al siguiente, tenían a Jeffreys balbuciendo una confesión.

¿Qué clase de pista anónima?

Una llamada de teléfono, creo. No estoy seguro. No vivía aquí por aquella época. Estaba enseñando en la Universidad de Lincoln, así que me enteré de todo esto por terceras personas. ¿No consta nada en los informes?

Maggie rebuscó entre varios archivadores. Los había leído casi todos y no recordaba ninguna mención a ninguna llamada de teléfono. Pero tampoco había visto registros telefónicos de ningún tipo, ni siquiera de una línea directa.

No he visto nada sobre ninguna pista anónima dijo, y le pasó el archivo catalogado como Arresto de Jeffreys. ¿Qué recuerdas?

Parecía turbado, y Maggie no sabía si dudaba de su memoria o de su padre. Lo vio leer por encima los informes redactados y firmados por Antonio Morrelli.

Los informes de tu padre son muy detallados, incluso describe la pelea de la detención en sí y las pruebas que encontraron en el maletero del Chevy Impala de Jeffreys rebuscó entre sus notas y leyó la lista. Un rollo de cinta adhesiva, un cuchillo de caza, un trozo de cuerda y... espera un momento hizo un alto para comprobar si había copiado bien la lista. Y unos calzoncillos de niño que, más tarde, fueron identificados como los de... miró a Nick, que había encontrado la lista en el informe y estaba leyendo los mismos objetos que ella había anotado en su bloc. Él también alzó la vista, y en sus ojos Maggie vio que estaba pensando lo mismo que ella. Los calzoncillos de Eric Paltrow.

Maggie pasó las hojas del informe del forense para verificar que lo que recordaba era cierto, aunque ya sabía lo que iba a encontrar.

Encontraron el cadáver de Eric Paltrow con los calzoncillos puestos.

Nick movió la cabeza con incredulidad.

Apuesto a que hasta Jeffreys se sorprendió de encontrar todas esas cosas en su maletero.

Se miraron a los ojos en silencio; ninguno de los dos quería expresar en voz alta su descubrimiento. A Ronald Jeffreys lo habían acusado injustamente de dos asesinatos que no había cometido, y había muchas posibilidades de que las pruebas falsas que lo habían incriminado las hubiera aportado un miembro de la oficina del sheriff.

Ù

Capítulo 5

Martes, 28 de octubre

El día no había ido bien, y Nick lo achacaba a las dos horas que había pasado durmiendo en el sillón de su despacho. Maggie había regresado a la habitación de su hotel a las tres de la madrugada para descansar, ducharse y cambiarse de ropa. En lugar de recorrer los ocho kilómetros que lo separaban de su casa en el campo, Nick se quedó dormido en su escritorio. Durante todo el día, el cuello y la espalda le habían vuelto a recordar que ya sólo le quedaban cuatro años para los cuarenta.

No había duda de que su cuerpo no era el de antes, aunque sus preocupaciones sobre su rendimiento sexual habían disminuido gracias a la agente O'Dell. La noche anterior, en su despacho, al tocarle los labios, al sentir su mirada, la electricidad había saltado. ¡Dios!, daba gracias porque la ducha de la cárcel sólo proporcionara agua fría. Hasta él tenía normas con las mujeres casadas... aunque su cuerpo quisiera cambiarlas.

Por desgracia, se le había agotado el montón de ropa limpia que guardaba en el despacho. Había recurrido al uniforme marrón, una elección apropiada para la conferencia de prensa matutina. Claro que no había servido de mucho. No había tardado en convertirse en un linchamiento, sobre todo, después del titular de Christine de aquella mañana: La oficina del sheriff no investiga pistas del caso Alverez.

Estaba convencido de que Eddie había comprobado dónde vivía la anciana Krichek hacía tiempo, tras su primera llamada. ¿Por qué diablos no se había percatado de que Krichek disfrutaba de una vista perfecta del aparcamiento en el que habían secuestrado a Danny? Dios, había sentido deseos de estrangular a Eddie o, peor aún, de ofrecerlo a los medios como chivo expiatorio. En cambio, lo dejó marchar después de echarle una bronca en privado y hacerle una advertencia.

Diablos, necesitaba a sus ayudantes más que nunca; no era el momento de perder la calma, cosa que casi había hecho en la conferencia de prensa cuando las preguntas se pusieron feas. Pero O'Dell, con su actitud serena y autoritaria, había dado la vuelta a la tortilla. Había retado a los medios a que los ayudaran a encontrar la misteriosa camioneta azul, haciéndolos partícipes de la caza del asesino para que así dejaran de buscar faltas en la oficina del sheriff. Nick no sabía lo que habría hecho sin ella.

Entró en la calle de Christine justo cuando el sol hacía una insólita aparición por un agujero entre las nubes para después hundirse lenta y suavemente tras una hilera de árboles. El viento era más frío de lo normal y las temperaturas prometían seguir bajando.

Maggie se había pasado el trayecto absorta en el archivo Alverez. Tenía fotografías del lugar del crimen y sus propias instantáneas desperdigadas sobre el regazo. Estaba obsesionada con completar su perfil, como si así pudiera salvar a Matthew Tanner. Tras una tarde de pistas contradictorias y una sucesión de testimonios intrascendentes, a Nick lo preocupaba que fuera demasiado tarde. Desde la desaparición de Matthew, ciento setenta y cinco ayudantes, agentes de policía e investigadores independientes habían estado buscando al niño de forma ininterrumpida. Todo había sido en vano. Parecía que se lo hubiera tragado la tierra.

Absorto en sus pensamientos, Nick frenó con brusquedad delante de la casa de Christine, y las fotos salieron despedidas al suelo.

Perdona dejó el Jeep en punto muerto y echó el freno de mano, rozando el muslo de Maggie con los dedos. Levantó rápidamente la mano y la alargó para recoger las fotos. Sus brazos se cruzaron, sus frentes entraron en contacto. Nick le pasó las fotografías que había recogido y ella le dio las gracias sin mirarlo. Llevaban esquivándose todo el día; Nick no sabía si era para evitar hablar de su hallazgo sobre el caso Jeffreys o para evitar tocarse.

En el umbral de la casa, el móvil de Maggie empezó a sonar.

Agente Maggie O'Dell.

Christine los hizo pasar.

Estaba convencida de que anularías la cita le susurró a Nick, y lo condujo al salón, dejando a Maggie a solas en el vestíbulo para que pudiera hablar en privado.

¿Por tu artículo?

Pareció sorprendida, como si ni siquiera se le hubiera pasado por la cabeza.

No, porque estás hasta arriba de trabajo. No estarás enfadado por el artículo, ¿verdad?

Krichek está como una regadera. Dudo que viera nada.

Es convincente, Nicky; lo que dice tiene mucha lógica. Deberías estar buscando una vieja camioneta azul.

Nick lanzó una mirada a Maggie; podía verla dando vueltas en el vestíbulo. Deseaba poder oír la conversación. De pronto, su deseo se hizo realidad, y la voz airada de Maggie se oyó en el salón.

¡Vete al cuerno, Greg! cerró el teléfono con furia y se lo guardó en el bolsillo. Empezó a sonar de nuevo.

Christine miró a Nick con las cejas enarcadas.

¿Quién es Greg? susurró.

Su marido.

No sabía que estuviera casada.

¿Por qué no iba a estarlo? le espetó, y lamentó su brusquedad en cuanto vio la sonrisa de su hermana.

No me extraña que hayas estado reprimiéndote con ella.

¿Qué diablos insinúas?

Por si no te habías dado cuenta, hermanito, es preciosa.

También es agente del FBI. Esto es estrictamente profesional, Christine.

¿Desde cuándo te ha frenado eso? ¿Te acuerdas de esa bonita abogada de la oficina del fiscal? ¿No era una relación estrictamente profesional?

No estaba casada o, si no recordaba mal, al menos, se estaba divorciando.

Maggie volvió a entrar con semblante turbado.

Perdonadme dijo, apoyándose en el marco. Últimamente, mi marido tiene la irritante tendencia de cabrearme.

Por eso me deshice yo del mío repuso Christine con una sonrisa. Nicky, sírvele un poco de vino a Maggie. Tengo que mirar cómo va la cena le dio una palmadita a Maggie en el hombro al pasar junto a ella.

El vino y las copas estaban en la mesa de centro, delante de él. Llenó dos sin dejar de observar a Maggie por el rabillo del ojo. Daba vueltas por el salón, fingiendo interesarse por el talento decorativo de Christine, pero estaba ausente. Se detuvo delante de la ventana para contemplar el jardín de atrás. Nick tomó las copas de vino y se acercó a ella.

¿Estás bien? le pasó el vino, confiando en poder verle los ojos.

¿Alguna vez has estado casado, Nick? aceptó la copa sin mirarlo, súbitamente interesada en las sombras que engullían el jardín de Christine.

No, he hecho todo lo posible por evitarlo.

Permanecieron en silencio uno junto al otro. Ella le rozó el brazo con el codo al llevarse la copa a los labios. Nick permaneció inmóvil, disfrutando de la sorprendente subida de temperatura que provocaba el contacto, y ansiando más. Esperó a que continuara, deseando oír cómo su matrimonio se estaba viniendo abajo, pero se avergonzó enseguida de sus pensamientos. Quizá, para justificarse, dijo:

No he podido evitar darme cuenta de que no llevas alianza.

Maggie se miró la mano; después, se la guardó en el bolsillo de la chaqueta.

Está en el fondo del río Charles.

¿Cómo? sin verle los ojos, no sabía si estaba bromeando.

Hace un año, más o menos, sacamos un cadáver del río. El agua estaba muy fría; el anillo resbaló de mi mano sin que me diera cuenta.

Mantuvo la mirada al frente, y él la imitó. La oscuridad crecía, y podía ver el reflejo de Maggie en el cristal. Ella seguía pensando en la conversación que había mantenido con su marido. Se preguntó cómo sería el hombre que, en algún momento, había conquistado el corazón de Maggie O'Dell. ¿Pecaría de esnob e intelectual? Nick estaba casi seguro de que no veía el fútbol, de que ni siquiera le gustaban los Packers.

¿No la sustituíste por otra?

No. Creo que, inconscientemente, comprendí que todo lo que debía simbolizar había desaparecido mucho antes de que se cayera al río.

¡Tío Nick! gritó Timmy. Entró corriendo en el salón y saltó a los brazos de su tío, que lo estrechó con fuerza y dio vueltas con él mientras sus piernecitas amenazaban con derribar los adornos desperdigados por el salón.

¡Cuidado! chilló Christine desde el umbral. Después, se dirigió a Maggie. Es como tener dos niños en casa.

Nick dejó a Timmy en el suelo y desplegó una sonrisa forzada mientras se enderezaba y absorbía el dolor que le recorría la espalda. Dios, cómo aborrecía aquellos recordatorios físicos de que se estaba haciendo viejo.

Maggie, éste es mi hijo, Timmy. Timmy, ésta es la agente especial Maggie O'Dell.

Entonces, ¿eres una agente del FBI, como Mulder y Scully en Expediente X?

Sí, pero no persigo a extraterrestres. Aunque algunas de las personas sobre las que investigo dan mucho miedo.

A Nick siempre lo asombraba el efecto que producían los niños en las mujeres. Deseaba poder embotellarlo. Maggie se recogió el pelo detrás de la oreja y sonrió. Sus ojos centelleaban. Todo su semblante pareció relajarse.

Tengo unos pósters de Expediente X en mi cuarto. ¿Quieres verlos?

Timmy, la cena ya está casi lista.

¿Tenemos tiempo? le preguntó Maggie a Christine.

Timmy esperó a que su madre dijera que sí; después, le dio la mano a Maggie y se alejó con ella por el pasillo.

Nick no dijo nada hasta que no los perdió de vista.

Me alegro de que esté aprendiendo del maestro. Aunque a mí nunca se me ha ocurrido usar el viejo truco de: ¿Te gustaría ver mis pósters de Expediente X?.

Christine puso los ojos en blanco y le arrojó un paño de cocina.

Anda, ven a ayudarme. Y tráeme a mí también una copa de vino.

 

 

Maggie detestaba reconocer que nunca había visto Expediente X. Su estilo de vida le dejaba muy poco tiempo para la televisión o el cine. A Timmy, sin embargo, no pareció importarle. Una vez en su cuarto, presumió de todo, desde las maquetas de Starship Enterprise hasta su colección de fósiles. Uno, dijo con convicción, era un diente de dinosaurio.

La pequeña habitación estaba atestada de objetos. Un guante de béisbol colgaba del poste de la cama. La colcha de Parque Jurásico cubría unos bultos que debían de ser pijamas a juego. En una rinconera, un viejo microscopio sujetaba libros como El rey Arturo, Galaxia de estrellas o Enciclopedia de cromos de béisbol del coleccionista. Las paredes quedaban ocultas por una capa de pósters variopintos, incluido el de Expediente X, otro de los Cornhuskers de Nebraska, StarTrek, Parque Jurásico, y Batman. Maggie recorrió todo con la mirada, no como una agente del FBI sino como una niña de doce años a la que le habían robado aquella parte de su infancia.

Entonces, recordó su conversación con Greg. Le costaba desprenderse de la tensión; la había acusado de descuidar a su propia madre. Maggie le había recordado que era ella la licenciada en psicología. Daba igual. Todavía estaba furioso porque hubiera echado a perder su aniversario y se aferraba a aquel enojo como si fuera un trofeo. ¿Cómo había podido degenerar tanto su relación?

Timmy volvió a darle la mano para conducirla a su cómoda y señalarle el caparazón vacío de un cangrejo cacerola.

Mi abuelo me la trajo de Florida. Mis abuelos viajan mucho. Puedes tocarla, si quieres.

Maggie deslizó el dedo por la superficie lisa, y reparó en una fotografía colocada detrás del cangrejo. Unas dos docenas de niños con camisetas y pantalones a juego ocupaban el interior de una canoa y el muelle situado detrás. Reconoció al niño de la parte delantera de la canoa y levantó la foto con cuidado de no mover el caparazón. Era Danny Alverez.

¿De qué es esta foto, Timmy?

¿Ésa? Del campamento de la parroquia. Mi madre me obligó a ir. Pensé que me echaría a perder el verano, pero fue divertido.

¿No es este niño Danny Alverez? lo señaló, y Timmy se fijó un poco más.

Sí, es él.

Entonces, ¿lo conocías?

Sólo de vista. Él estaba en las cabañas Petirrojo; yo, en las Gordolobo.

¿No iba a tu iglesia? examinó los demás rostros.

No, creo que iba a la iglesia y al colegio que están cerca de la base aérea. ¿Quieres ver mi colección de cromos de béisbol? ya estaba hurgando en los cajones de la mesilla.

Maggie quería averiguar más cosas sobre el campamento de la parroquia.

¿Cuántos niños erais?

No lo sé. Muchos dejó una caja de madera sobre la cama y empezó a sacar cromos. Vienen de todas partes, de iglesias diferentes de todo el condado.

¿Sólo es para niños?

No, también hay niñas, pero su campamento está al otro lado del lago. Por aquí tengo uno de Darryl Strawberry cuando era novato removió los montones que había desperdigado sobre la cama.

Había dos adultos en la fotografía. Uno era Ray Howard, el conserje de Santa Margarita; el otro, un hombre alto y apuesto, con pelo negro rizado y cara aniñada. Tanto él como Howard llevaban camisetas grises con las palabras Santa Margarita escritas delante.

Timmy, ¿quién es este hombre de la foto?

¿Ése? El padre Keller. Es genial. Este año soy uno de sus monaguillos. No todos los niños pueden serlo. Es muy exigente.

¿Cómo de exigente? se cercioró de parecer interesada, no alarmada.

No lo sé. Se asegura de que somos de fiar y cosas así. Nos trata de forma especial, como para recompensarnos por ser buenos monaguillos.

¿En qué consiste su trato especial?

Va a llevarnos de acampada este jueves y viernes. Y, a veces, juega al fútbol con nosotros. Ah, y cambia cromos de béisbol. Una vez le cambié uno de Bob Gibson por otro de Joe DiMaggio.

Maggie ya estaba dejando la foto en la cómoda cuando otro rostro le llamó la atención. El corazón empezó a latirle con fuerza. En el muelle, medio oculto detrás de un chico más corpulento, Matthew Tanner asomaba su pequeño rostro pecoso.

Timmy, ¿te importaría prestarme esta foto unos días? Prometo devolvértela.

Bueno. ¿Llevas pistola?

Sí Maggie trató de disimular su nerviosismo. Con cuidado, extrajo la fotografía del marco y reparó en el leve temblor que le había transmitido a los dedos la repentina subida de adrenalina.

¿Llevas una ahora?

Sí.

¿Puedo verla?

Timmy los interrumpió Christine. Es hora de cenar; tienes que lavarte las manos lo esperó con la puerta abierta y le dio un azote con el paño de la cocina cuando el niño salía. Mientras, Maggie se guardó la fotografía en el bolsillo de la chaqueta sin que Christine se diera cuenta.

 

 

Después de la cena, Nick insistió en que Timmy y él fregaran los platos. Christine sabía que lo hacía para quedar bien delante de Maggie, pero decidió aprovechar la generosidad momentánea de su hermano pequeño.

Las dos mujeres se retiraron al salón, desde donde apenas se oía la animada conversación sobre el equipo de fútbol de Nebraska. Christine dejó las tazas de café en la mesa de cristal deseando que Maggie se sentara y se relajara. Deja de ser la agente O'Dell unos minutos, quería gritarle. La había notado inquieta durante la cena y, en aquellos momentos, no paraba de dar vueltas. Tenía las pilas cargadas, aunque parecía agotada, y se distraía con facilidad.

Ven a sentarte dijo Christine finalmente, y dio una palmada al sofá, a su lado. Tengo fama de no parar quieta, pero creo que tú me ganas.

Perdona. Llevo demasiado tiempo entre asesinos y cadáveres y creo que he perdido los modales.

Tonterías. Llevas demasiado tiempo con Nicky, nada más.

Maggie sonrió.

La cena estaba deliciosa. Hacía tiempo que no disfrutaba de una comida casera.

Gracias, pero he perdido práctica. Era ama de casa hasta que mi marido decidió que le gustaban las recepcionistas de veintitrés años.

Cuando Maggie cruzó el salón para sentarse, escogió la butaca en lugar de sentarse con ella en el sofá. Christine quería decirle a Maggie que no se trataba de malos modales sino de eludir la intimidad a toda costa. Era fácil de reconocer; ella también lo hacía. Desde que Bruce se había ido, había mantenido las distancias con todo el mundo, con la excepción de su hijo.

¿Cuánto tiempo piensas quedarte en Platte City?

El que sea preciso.

No era de extrañar que su matrimonio estuviera en crisis. Como si le hubiera leído el pensamiento, Maggie le explicó:

Por desgracia, componer el perfil de un asesino lleva tiempo. Estar en su entorno, en su ambiente, ayuda bastante.

He indagado un poco sobre ti, espero que no te importe. Tienes un historial impresionante: licenciatura en psicología criminal y estudios premédicos, un máster en psicología del comportamiento y beca de estudios forenses en Quantico. Ocho años en el FBI y ya eres una de las primeras expertas en perfiles de asesinos en serie. Si no he calculado mal, no tienes más que treinta y dos años. Debes de estar orgullosa... de haber logrado tanto en tan poco tiempo.

Supongo que sí, que debería sentirme orgullosa dijo Maggie, pero lejos de reflejar satisfacción, su mirada parecía atormentada. Aun así, no dio más explicaciones.

Nicky no lo reconocería, pero sé que agradece tenerte aquí. Todo esto es bastante nuevo para él. Estoy segura de que no imaginaba un horror como éste cuando mi padre lo convenció de que se presentara para sheriff.

¿Tu padre lo convenció?

Iba a jubilarse. Hacía tantos años que era sheriff que no soportaba no ver a otro Morrelli ocupando su puesto.

Pero ¿y Nick?

Estaba enseñando en la facultad de Derecho, en la universidad. Creo que le gustaba Christine se interrumpió. No estaba segura de comprender la relación compleja que existía entre su padre y Nick, y mucho menos de poder explicársela a una tercera persona.

Tu padre debe de ser un hombre extraordinario dijo Maggie con sencillez, sin sorpresa ni acusación.

¿Por qué lo dices? Christine la miró con recelo, preguntándose qué le habría contado Nick.

Para empezar, prácticamente capturó a Ronald Jeffreys él solo.

Sí, fue todo un héroe.

También parece ejercer una fuerte influencia sobre Nick y las decisiones que toma.

Sí, sabía algo más. Christine se sirvió un poco más de café, tomándose su tiempo con la leche.

Creo que nuestro padre sólo quiere que Nick tenga todas las oportunidades que él nunca tuvo.

¿Y tú?

¿Qué quieres decir?

¿No quiere esas mismas oportunidades, esas mismas cosas, para ti?

Christine debía reconocer que O'Dell era buena. Allí estaba, sentada en la butaca de Christine, tomando café y sonsacándole información con mucha calma.





:


: 2016-09-06; !; : 261 |


:

:

.
==> ...

1822 - | 1681 -


© 2015-2024 lektsii.org - -

: 0.127 .