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Creo que ya no quedan sino cincuenta centavos - dijo ella.




Guardaba el dinero bajo la estera de la cama, anudado en la punta de un pañuelo. Era el producto de la máquina de coser de Agustín. Durante nueve meses habían gastado ese dinero centavo a centavo, repartiéndolo entre sus propias necesidades y las necesidades del gallo. Ahora sólo había dos monedas de a veinte y una de a diez centavos.

Compras una libra de maíz - dijo la mujer -. Compras con los vueltos el café de mañana y cuatro onzas de queso.

Y un elefante dorado para colgarlo en la puerta -prosiguió el coronel -. Sólo el maíz cuesta cuarenta y dos.

 

Pensaron un momento ( ). El gallo es un animal y por lo mismo puede esperar ( - ), dijo la mujer inicialmente ( = ). Pero la expresión de su marido la obligó a reflexionar ( ). El coronel se sentó en la cama ( ), los codos apoyados en las rodillas ( ), haciendo sonar las monedas entre las manos ( ). No es por mí ( ), dijo al cabo de un momento ( ). Si de mí dependiera haría esta misma noche un sancocho de gallo ( ). Debe ser muy buena una indigestión de cincuenta pesos ( ; digestion - ). Hizo una pausa para destripar un zancudo en el cuello ( , ; tripa - , ). Luego siguió a su mujer con la mirada alrededor del cuarto ( ).

-Lo que me preocupa es que esos pobres muchachos están ahorrando (, ( )).

Entonces ella empezó a pensar ( ). Dio una vuelta completa con la bomba de insecticida ( ). El coronel descubrió algo de irreal en su actitud ( - ), como si estuviera convocando para consultarlos a los espíritus de la casa ( , ). Por último puso la bomba sobre el altarcillo de litografías ( ) y fijó sus ojos color de almíbar en los ojos color de almíbar del coronel ( ).

-Compra el maíz ( ) dijo -. Ya sabrá Dios cómo hacemos nosotros para arreglarnos ( , , ).

 

Pensaron un momento. El gallo es un animal y por lo mismo puede esperar, dijo la mujer inicialmente. Pero la expresión de su marido la obligó a reflexionar. El coronel se sentó en la cama, los codos apoyados en las rodillas, haciendo sonar las monedas entre las manos. No es por mí, dijo al cabo de un momento. Si de mí dependiera haría esta misma noche un sancocho de gallo. Debe ser muy buena una indigestión de cincuenta pesos. Hizo una pausa para destripar un zancudo en el cuello. Luego siguió a su mujer con la mirada alrededor del cuarto.

Lo que me preocupa es que esos pobres muchachos están ahorrando.

Entonces ella empezó a pensar. Dio una vuelta completa con la bomba de insecticida. El coronel descubrió algo de irreal en su actitud, como si estuviera convocando para consultarlos a los espíritus de la casa. Por último puso la bomba sobre el altarcillo de litografías y fijó sus ojos color de almíbar en los ojos color de almíbar del coronel.





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: 2017-02-25; !; : 266 |


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