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Heliocentrismo geocentrismo.




Los puntos más discutidos

 

 

1.1.1. La astronomía griega

 

En los griegos del siglo IV a.C. encontramos dos sistemas distintos sobre el universo (del que entonces sólo formaban parte la tierra, el sol, la luna y algunos planetas).

Para Aristóteles (384-322 a.C.), la Tierra es el centro del universo y los planetas, el Sol, la Luna y las estrellas se encuentran en esferas fijas que giran en torno a la Tierra. Todos los movimientos y las formas del cielo son círculos perfectos[2]. El modelo de Aristóteles no resolvía ciertos problemas. Venus y, sobre todo, Marte, describen trayectorias errantes en el cielo: a veces se mueven hacia adelante y otras hacia atrás, no describen círculos perfectos.

Heráclides Póntico (390-310 a.C.), anticipándose en veinte siglos a Tycho Brahe, ofreció una posible solución al proponer que los planetas podrían orbitar alrededor del Sol, y éste alrededor de la Tierra.

Un siglo más tarde, Aristarco de Samos (310230 a.C.) introduce una idea radical: el centro de todo el universo es el sol; la tierra y los planetas giran en torno a él[3]. La principal objeción de sus contemporáneos era que, si la tierra se movía, las estrellas fijas deberían cambiar de posición a lo largo del año. Aristarco repuso que la distancia era tan grande que no se podía medir el paralaje[4].

Esta respuesta, aunque exacta, no convenció a sus contemporáneos, y la teoría geocéntrica aristotélica se termina imponiendo gracias al Almagesto, la gran obra del geógrafo Claudio Tolomeo (ca. 100-175): la tierra, inmóvil, ocupa el centro del universo, y el sol y los planetas giran en torno a ella. Este será el pensamiento dominante hasta el siglo XVI.

 

1.1.2. Las afirmaciones bíblicas

 

Con la imagen geocéntrica de Tolomeo coinciden las afirmaciones bíblicas. En diversas ocasiones se da por supuesto que el sol gira alrededor de la tierra. Los textos narrativos afirman a menudo que el sol sale y el sol se pone. Dentro de esta mentalidad hay tres textos que tendrán especial importancia en la controversia posterior. Dos de ellos hablan del movimiento del sol alrededor de la tierra:

‒ Jos 10,12-14: Cuenta una batalla entre los israelitas y los amorreos; la fortuna favorece a Israel, que va ganando la batalla, pero la tarde avanza rápida, y la falta de luz puede hacer que se desperdicie la ocasión de derrotar definitivamente al enemigo. Entonces Josué habló al Señor y gritó en presencia de Israel: ¡Sol, quieto en Gabaón! ¡Y tú, luna, en el valle de Cervera! Y el sol quedó quieto, y la luna inmóvil, hasta que se vengó de los pueblos enemigos. Así consta en los Cantares de Gesta: El sol se detuvo en medio del cielo y tardó un día entero en ponerse. Ni antes ni después ha habido un día como aquél, cuando el Señor obedeció la voz de un hombre, porque el Señor luchaba por Israel.

‒ Is 38,7-8: el rey Ezequías cae enfermo de muerte, pero el profeta Isaías le asegura que curará. Cuando el rey pide una señal de que será así, el profeta le dice que en el reloj de sol de Ajaz haré que la sombra retroceda los diez grados que ha avanzado. Y desanduvo el sol en el reloj los diez grados que había avanzado.

El tercero afirma que es la tierra la que está quiera. Sal 93,1 dice que el orbe está firme y no vacila (la Vulgata traduce: firmavit orbem terrae qui non commovebitur). Ha sido el mismo Dios el que ha afirmado el orbe terrestre, y no puede moverse.

 

1.1.3. Copérnico (1473-1543)

Este sistema fue puesto en discusión a mediados del siglo XVI, por Nicolás Copérnico. Durante años fue dando a conocer sus ideas a través de opúsculos. Las principales para el tema que nos ocupa son tres[5]: 1) El centro del universo se encuentra cerca del Sol. 2) Alrededor del Sol giran Mercurio, Venus, la Tierra y la Luna, Marte, Júpiter, Saturno; aún no se conocían Urano y Neptuno. 3) La Tierra tiene tres movimientos: la rotación diaria, la revolución anual, y la inclinación anual de su eje.

Estas tres afirmaciones entran en conflicto con la filosofía aristotélica y el sistema ptolemaico, y también con la Biblia. No es raro que encontrase oposición bastante pronto. Si nos atenemos al historiador Ludovico Pastor, las dificultades se dieron sobre todo en ámbito protestante, mientras que existieron con los católicos[6].

La cosa no debía ser tan clara como afirma Pastor, porque, cuando Copérnico publica en 1543[7] su obra definitiva, Sobre las revoluciones de las esferas celestes [8], incluye un Prólogo dedicado al Santo Padre Paulo III, en el que escribe:

 

Con sobrada razón puedo pensar, Santísimo Padre, que no bien se sepa que en estos libros escritos por mí acerca de las revoluciones de las esferas del mundo, atribuyo al globo terrestre ciertos movimientos, inmediatamente algunos clamarán para que yo sea desaprobado junto con tal opinión... Pero Vuestra Santidad... lo que más ansiosamente querrá escuchar de mí será de qué modo me vino a la mente, contra la opinión emitida de los matemáticos, y casi contra el sentido común, la atrevida idea de atribuirle cierto movimiento a la Tierra... no me impulsó sino el hecho de haber comprendido que los matemáticos no eran consecuentes al investigarlos...

Si acaso existieran mataiológoi (charlatanes), quienes, pese a ignorar toda la matemática, se permitieran juzgar acerca de ella basados en algún pasaje de las Escrituras, deformado especialmente para sus propósitos, y se atrevieran a criticar y atacar mis enseñanzas, no me preocuparé de ellos en absoluto, de modo que despreciaré su juicio como temerario.

 

Copérnico expresa aquí una idea que repetirá con más fuerza Galileo: algunos pasajes bíblicos pueden plantear problemas a la ciencia, pero sólo los adversarios los deforman para defender sus puntos de vista. La acusación de Copérnico es muy dura; supone mala voluntad en sus adversarios, y no admite que algunos pasajes de la Sagrada Escritura representen un auténtico problema. Sobre esta cuestión volverá Galileo.

Tras la muerte de Copernico (1543), seguimos encontrando defensores y adversarios de la teoría[9]. Entre los primeros, el más famoso es Diego de Zúñiga, filósofo agustino, profesor en Salamanca, que en su Comentario al libro de Job (publicado en 1584) ve una prueba indiscutible del movimiento de la tierra en Job 9,6: estremece la tierra en sus cimientos y sus columnas retiemblan[10]. Pero, al mismo tiempo, el gran matemático jesuita Chritopher Clavius (1538-1612), en buenas relaciones con Galileo, seguía considerando el sistema de Copérnico dudoso, contrario a la Escritura y a la opinión común de los filósofos[11]. Y en 1611, el físico Ludovico delle Colombe escribe un Trattato contro il moto della terra, polémico contra Copérnico y sus seguidores.

En cualquier caso, es falso lo que dice el artículo de Wikipedia sobre Copérnico: Fue perseguido por hereje y sus libros prohibidos por la iglesia Católica. Su obra capital, Sobre las revoluciones de las esferas celestes, está dedicada al Papa Paulo III, y hasta 1616 no fue puesta en el Índice de libros prohibidos hasta que se corrigiese (donec corrigatur).

 

1.1,4. Galileo Galilei (1564-1642) [12]

 

La teoría Copernicana encontrará su máximo defensor en Galileo. En 1609, con 45 años de edad, se entera de que en Holanda se ha inventado un instrumento que permite ver objetos lejanos ya que los aumenta tres veces (telescopio). Se pone manos a la obra y construye uno propio que no deforma la imagen y aumenta el tamaño de los objetos seis veces. El segundo telescopio que construye, el 21 de agosto, aumenta ocho o nueve veces. En noviembre va por veinte veces. Apuntando a la luna, descubre que no es una esfera perfecta, como pretendía Aristóteles, tiene cráteres.

Un nuevo descubrimiento lo realiza el 7 de enero de 1610, cuando advierte tres estrellas pequeñas en la periferia de Júpiter, a los pocos días una cuarta, que giran en torno al planeta[13]. Nuevo desafío a la idea de que todo el universo gira en torno a la tierra.

Con el resultado de estas observaciones publica el 4 de marzo de 1610 un breve tratado, el Sidereus nuncius [14], que confirmaría las ideas de Copérnico, aunque no la de los copernicanos que piensan que todos los objetos celestes giran en torno al sol.

No extraña que se produzcan pronto ataques por dos frentes: el de los partidarios de Aristóteles, que ven peligrar la física y la metafísica (la ciencia normal de la época) y el de los teólogos defensores de la interpretación literal de la Biblia.

En el segundo caso, las acusaciones se dirigen por igual a Copérnico y a Galileo, a veces sólo al primero. Así ocurre dos años más tarde (1612), cuando el dominico Niccolò Lorini denuncia en un sermón tenido en la iglesia de San Mateo de Florencia la teoría de Copérnico. Cuatro días más tarde, reconocerá en carta a Galileo que no ha leído el libro de Copérnico y ni siquiera sabe cómo se llama exactamente el autor (Ipernico, o come si chiami)[15].

Para defenderse de las primeras acusaciones de herejía, Galileo escribe una carta al sacerdote y discípulo Benedetto Castelli (21 de diciembre 1613) explicando su visión del valor de las Sagradas Escrituras en relación con las cuestiones científicas.

Pero la situación no se calma. El año 1614, desde el púlpito de Santa Maria Novella (Florencia), el dominico Tommaso Caccini acusa a ciertos matemáticos modernos, especialmente a Galileo, de contradecir a las Sagradas Escrituras con sus concepciones astronómicas, inspiradas en las teorías heliocéntricas copernicanas.

Un año después, el 7 de febrero de 1615, Niccolò Lorini vuelve a la carga y escribe al cardenal Paolo Emilio Sfondrati, Prefecto de la Congregación del Índice, en nombre de toda la comunidad del convento de San Marcos de Florencia, denunciando a Galileo[16]. Las acusaciones que le hace reproducen el pensamiento de Galileo, quizá interpretando in malam partem [17]:

 

Puesto que, además de deber común de todo buen cristiano, todos los frailes de S. Domingo tienen una obligación infinita, ya que fueron instituidos por Su Santo Padre como perros blancos y negros del Santo Oficio, y en particular todos los teólogos y predicadores; por esto yo, el menor de todos y devotísimo siervo y particular de V. S. Illma., habiendo caído en mis manos un escrito (scrittura)[18], que aquí corre en manos de todos, hecha por estos que llaman galileístas, que afirman que la tierra se mueve y el cielo está firme, siguiendo las posturas de Copérnico, donde, a juicio de de todos nuestros padres de este religiosísimo convento de S. Marco, hay dentro muchas proposiciones que nos parecen o sospechosas o temerarias, como decir que ciertos modos de hablar de las Sagradas Escrituras son inconvenientes, y que en las disputas de los efectos naturales la misma Escritura ocupe el último lugar, y que sus expositores muy a menudo se equivocan en las exposiciones, y que la misma Escritura no se debe ocupar sino de los artículos concernientes a la fe, y que en las cosas naturales tiene más fuerza el argumento filosófico o astronómico que el sagrado y el divino.

 

Es quizá este ataque el que mueve a Galileo a escribir dos meses más tarde (abril de 1615) una larga carta a Cristina de Lorena, Gran Duquesa de Toscana, en la que desarrolla ampliamente las ideas expuestas dos años antes a su discípulo Benedetto Castelli. La diferencia principal radica en que aduce abundantes testimonios de Santos Padres, sobre todo de San Agustín, para demostrar que su punto de vista no es contrario al de ellos. El punto de vista de Galileo lo trataré en la segunda parte del artículo.

 

1.1.5. Intervención del Santo Oficio y entrevista Berlamino ‒ Galileo (febrero de 1616) [19]

 

El ambiente sigue caldeándose, y Galileo se dirige a Roma (diciembre de 1615) para defender de palabra la teoría copernicana, haciéndolo a veces con tal ironía que deja en ridículo a sus adversarios y termina preocupando incluso a sus defensores.

Hasta que el Santo Oficio toma cartas en el asunto. El 19 de febrero de 1616 son sometidas a examen dos proposiciones copernicanas: 1) que el sol es el centro del mundo, y por consecuencia inmóvil de movimiento local; 2) que la tierra no es el centro del mundo, ni inmóvil, sino que se mueve por sí misma toda, también con movimiento diurno. Cuatro días más tarde, el 23 de febrero, los teólogos emiten su veredicto. Sobre la primera:

 

Todos dicen que esta proposición es necia y absurda desde el punto de vista filosófico y formalmente herética, en cuanto contradice explícitamente las afirmaciones de las Sagradas Escrituras en muchos pasajes según el sentido propio de las palabras y el sentido de los Santos Padres y de los Doctores teólogos.

 

Con respecto a la segunda:

 

Todos dicen que esta proposición merece la misma censura filosófica, y desde el punto de vista de la verdad teológica, es por lo menos errónea en la fe.

 

Con este resultado, interviene directamente el papa Paulo V. Encarga al cardenal Belarmino que convoque a Galileo

 

y que lo amoneste a abandonar dichas proposiciones y que si él se negase a obedecer, el Padre Comisario, en presencia de un notario y de testigos, le ordene de abstenerse del todo a enseñar o defender esta doctrina y opinión o de tratar sobre ella; y que si se negase, sea encarcelado.[20]

 

Esta decisión se presta a dos soluciones muy distintas: todo depende de la actitud que adopte Galileo. Si acepta la amonestación y abandona las proposiciones copernicanas, no habrá más problema. Si se niega a obedecer, las medidas serán muy duras.

Según Fantoli, fue probablemente Belarmino quien propuso a Paulo V recurrir a la amonestación privada para evitar males mayores. Lo que ocurrió en esa entrevista se ha prestado a mucha discusión porque ha quedado reflejada en dos documentos con versiones muy distintas. Según el primero, además de Belarmino está presente el Comisario General del Santo Oficio, Michelangelo Seghezzi. Cuando el cardenal termina de amonestar a Galileo, inmediatamente después (succesive ac incontinenti) toma la palabra el dominico y ordena a Galileo abandonar del todo la mencionada opinión y no mantenerla, enseñarla o defenderla con palabra o con los escritos, de ningún modo, de ahora en adelante; en caso contrario, se procederá contra él en el Santo Oficio[21]. El segundo documento sólo hace referencia a Belarmino, que amonesta a Galleo y éste se somete[22].

Días más tarde, cuando el cardenal se entera de que algunos están difamando al científico diciendo que ha tenido que abjurar de sus ideas y que ha sido condenado a penitencias saludables, escribe un breve documento afirmando que esto es completamente falso:

 

Nos Roberto cardenal Belarmino, habiendo oído que el señor Galileo Galilei ha sido calumniado e imputado de haber abjurado en nuestra mano y también de haberle sido por esta razón impuestas penitencias saludables, y habiendo sido interrogados acerca de la verdad, decimos que el referido señor Galileo no ha abjurado, ni en nuestra mano ni en manos de ningún otro, ni aquí en Roma ni tampoco en otro lugar que nosotros sepamos, de ninguna opinión suya o doctrina, ni tampoco ha recibido penitencias saludables ni de otro tipo, sino sólo le ha sido comunicada la declaración hecha por Muestro Señor y publicada por la Congregación del Índice, en la cual se dice que la doctrina atribuida a Copérnico, que la tierra se mueve en torno al sol y que el sol está en el centro del mundo sin moverse de oriente a occidente, es contraria a las Sagradas Escrituras y por esta razón no se puede defender ni sostener.[23]

 

La versión que ofrece el mismo Galileo doce años más tarde (1633) coincide a la letra, pero añade algo nuevo:

 

En el mes de febrero de 1616, el Cardenal Belarmino me comunicó que, por ser contraria a las Sagradas Escrituras ‒si se tomaba de forma absoluta‒ la opinión de Copérnico no se podría sostenerla ni defenderla, aunque sí adoptarla y utilizarla como hipótesis (ex suppositione). En relación a todo esto poseo una declaración del propio Cardenal Belarmino fechada el 26 de mayo de 1616 de la cual presento copia El original lo tengo aquí en Roma y todo él está escrito de puño y letra del susodicho Cardenal Belarmino[24].

La gran diferencia está en el añadido de Galileo: la opinión de Copérnico podrá ser adoptada y utilizada como hipótesis. Doce años más tarde, cuando ya haya muerto Belarmino (+ 1621), éste será uno de los puntos de discusión[25].

 

1.1.6. Condena de la teoría heliocéntrica (marzo 1616)

 

Diez días después, el 5 de marzo, la Sagrada Congregación del Índice de los libros prohibidos publica el Decreto sobre la teoría heliocéntrica.

 

(...) También ha llegado a conocimiento de la esta Congregación que la doctrina pitagórica ‒ que es falsa y por completo opuesta a la Sagrada Escritura‒ del movimiento de la Tierra y la inmovilidad del Sol, que también es enseñada por Nicolás Copérnico en 'De Revolutionibus orbium coelestium', y por Diego de Zúñiga en 'Job', está difundiéndose ahora en el extranjero y siendo aceptada por muchos (...). Por lo tanto, para que esta opinión no pueda insinuarse en mayor profundidad en perjuicio de la verdad Católica, la Sagrada Congregación ha decretado que la obra del susodicho Nicolás Copérnico, 'De Revolutionibus orbium', y de Diego de Zúñiga, 'Sobre Job', sean suspendidas hasta que sean corregidas.

 

El Decreto no condena a Copérnico y Zúñiga, como a veces se dice, sino manda retirar esas dos obras suyas, y sólo esas, hasta que sean corregidas. Mariano Artigas, gran especialista en la materia, escribe a propósito del Decreto:

 

El único acto público de la autoridad de la Iglesia fue el decreto de la Congregación del Índice, y en ese decreto no se dice que la doctrina heliocentrista sea herética: se dice que es falsa y que se opone a la Sagrada Escritura. El matiz es importante, y cualquier entendido en teología lo sabía entonces y lo sabe ahora. Nadie consideró entonces, ni debería considerar ahora, que se condenó el heliocentrismo como herejía, porque no es cierto. Esto explica que Galileo y otras personas igualmente católicas continuaran aceptando el heliocentrismo; Galileo sabía (y era cierto) que él había mostrado, en sus cartas a Castelli y a Cristina de Lorena, que el heliocentrismo se podía compaginar con la Sagrada Escritura, utilizando además principios que no eran nuevos, sino que tenían apoyo en la Tradición de la Iglesia.[26]

 

Por otra parte, el Decreto no menciona a Galileo. Como hemos visto, su problema se trató aparte, en una entrevista privada.

 

1.1.7 Historia posterior

Galileo acepta los consejos o mandatos de Belarmino, aunque una carta suya de mayo de 1618 al Archiduque Leopoldo de Austria permite entrever una ligera ironía en su obediencia:

 

Junto con la presente, V. A. recibirá un breve discurso mío sobre la causa del flujo y del reflujo del mar, que tuve que pronunciar en Roma hace poco más de dos años a demanda del Ilmo. y Rmo. Cardenal Orsini, mientras que los señores teólogos deliberaban en torno a la prohibición del libro de Nicolás Copérnico y de la opinión de la movilidad de la tierra expresada en ese libro y sostenida por verdadera por mí en aquel tiempo hasta que les plació a aquellos señores suspender el libro y declara falsa y contraria a las Sagradas Escrituras dicha opinión. Ahora, como sé que me conviene obedecer y creer en las prescripciones de los superiores, teniendo en cuenta que están en posesión de altos conocimientos a los que mi humilde espíritu no podría llegar con sus solas fuerzas, considero el opúsculo adjunto, fundado sobre la movilidad de la tierra, o más bien como uno de los argumentos físicos que aporto en confirmación de esa movilidad, lo considero, digo, como una fábula o un sueño, y le pido a V. A. lo tome como tal[27].

 

De hecho, cuando muere Gregorio XV (8 de julio de 1623) y le sucede Maffeo Barberini (Urbano VIII), persona de mentalidad abierta y en muy buena relación con Galileo, éste escribe a Carlo Barberini, hermano del nuevo Pontífice: viviré muy feliz al reavivarse la esperanza, ya del todo enterrada, de estar a punto de ver convocados de su largo exilio los escritos más peregrinos. La alusión, un tanto crípticas, parece referirse a la obra de Copérnico, Zúñiga y otras en la misma línea.

También la publicación de Il Saggiatore [28] (1623) le provocará acusaciones de seguir defendiendo el copernicanismo, aunque él se vuelve a mostrar cauto y sumiso.

 

Y puesto que podría equivocarme gravemente al penetrar en el verdadero significado de materias que sobrepasan con mucho la debilidad de mi inteligencia, dejando tal interpretación a la prudencia de maestros en cuestiones divinas, me contentaré con discurrir sobre esas doctrinas inferiores, declarando que estoy siempre sometido al decreto de los superiores, no obstante cualquier razonamiento y experiencia que parecieran oponérsele.[29]

 

Pero en 1632 publica en Florencia el Dialogo sopra i due massimi sistemi del mondo [30]. En contra de lo que le había aconsejado o mandado Belarmino (muerto once años antes, en 1621) sigue hablando del sistema heliocéntrico y presenta dos nuevas pruebas a favor de la teoría copernicana: el movimiento de las mareas, que atribuye erróneamente al movimiento de la tierra, no a la atracción de la luna; y la rotación de las manchas solares. Además, en el diálogo se burla implícitamente de Tolomeo y de Brahe y ridiculiza la prohibición de 1616.

Esto llevará al famoso proceso de 1633, que no aporta nada especial a la discusión anterior sobre Biblia y Ciencia. Se le condena a prisión perpetua, y se le conmina a abjurar de sus ideas, cosa que hace seguidamente:

 

juro que siempre he creído, creo ahora y que, con la ayuda de Dios, creeré en el futuro todo lo que la Santa Iglesia Católica y Apostólica mantiene, predica y enseña. Pero como yo, tras haber sido amonestado por este Santo Oficio a abandonar completamente la falsa opinión de que el Sol es el centro inmóvil del universo, y que la Tierra no es el centro del universo y se mueve, y a no sostener, defender o enseñar de ninguna manera, ni oralmente ni por escrito, la mencionada falsa doctrina; y tras haberme sido notificado que dicha doctrina es opuesta a las Sagradas Escrituras, escribí y di a la imprenta un libro en que trato de dicha doctrina ya condenada, y presento argumentos de mucha eficacia en su favor, sin llegar a ninguna conclusión: je sido hallado vehementemente culpable de herejía, es decir, de haber mantenido y creído que el Sol es el centro inmóvil del universo, y que la tierra no está en el centro del universo y se mueve[31].

 

Tras la abjuración, el Papa conmuta la prisión por arresto domiciliario de por vida. Más tarde se le permitirá trasladarse junto al mar.

Giuseppe Baretti (1719-1789) afirmó que, después de la abjuración, Galileo dijo la famosa frase eppur si muove (Pues se mueve, refiriéndose a la tierra). Según Stilman Drake, Galileo no fue tan insensato como para pronunciar la famosa frase en ese preciso momento; quizá en otra ocasión de su vida.

La historia posterior, limitándonos a la reacción de la Iglesia y prescindiendo de los avances científicos que terminaron confirmando la teoría de Copérnico, podemos resumirla en unas pocas fechas significativas[32]:

1741: Benedicto XIV concede el imprimatur a la obra completa de Galileo.

1757: Benedicto XIV anula el decreto anticopernicano o antiheliocéntrico.

1758: La obra de Copérnico es omitida del Indice revisado.

1835: El Diálogo de Galileo es sacado del Indice.

1893: León XIII publica la Amende honorabile a la memoria de Galileo.

1979: Juan Pablo II invita a la Pontificia Academia Scientiarum a profundizar en el caso Galileo y en las relaciones entre fe y ciencia.

1992: El 31 de octubre, Juan Pablo II, en un Discurso ante la Pontificia Academia de las Ciencias, reconoce los errores cometidos por la Iglesia en los procesos de 1616 y 1633.

 





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